La Biblia enseña (y por cuanto es la Biblia, es Dios quien lo enseña) que todas, todas las almas le pertenecen a Dios, y que aquella alma que pecaré y que persistiera en ello, morirá eternamente, sabemos que no solo de forma física sino también de manera espiritual, eternamente.
Al saber que una vida de pecado nos conduce a la perdición eterna, ¿No debiera darnos temor y y que este temor nos condujera a volvernos a Dios de todo nuestro corazón? Imagina que tú te vuelves a Dios, que mueres y vas al cielo, pero que uno de tus hijos, o todos, al morir se vayan a la perdición eterna, ¿Te gusta la idea? ¡Claro que no! Por eso debes procurar estar bien con Dios, para que así enseñes a tus hijos, y al morir, tengas la certeza de que tanto tú como los tuyos estarán en la vida eterna.
Este tema habla acerca de las consecuencias del pecado de los hijos, que es ir al infierno, es una realidad, pero, en cada papá, en cada mamá, debe haber el anhelo, la disposición y el esfuerzo para guiar y conducir a nuestros hijos en los caminos de Dios; ellos tomarán sus decisiones, pero no debemos descansar y ser esos atalayas en sus caminos.
¿Cuánto amas a tus hijos? ¿Te gustaría saber que se fueron al infierno? ¿No? Entonces, vuélvete a Dios primeramente tú, y después enseña a tus hijos el camino correcto.
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